Las estelas decoradas del Suroeste Peninsular son piedras de tamaño grande, oscilan entre los treinta o cuarenta centímetros de lado menor y hasta un metro o casi dos, en algún caso, y que tienen grabadas representaciones de armas y objetos de uso personal y prestigio acompañadas, a veces, de figuras humanas.

Última estela de guerrero hallada y depositada en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz
procedente de Orellana de la Sierra (Foto de Vicente Novillo).
Su utilidad o funcionalidad siempre se ha relacionado con rituales funerarios, para cubrir cistas de inhumación, en algunos casos, y, en otros, para marcar clavándolas en el suelo lugares de enterramiento, probablemente mediante incineraciones, aunque también se ha debatido sobre su función de marcadoras de caminos, rutas, espacios controlados por ciertas élites guerreras (escudos, lanzas, espadas, cascos, arcos, carros, ...) y poderosas (diademas, pectorales, cinturones, espejos, peines, fíbulas, instrumentos musicales, ...)
La cronología también ha sido y es discutida pero siempre enmarcada en el primer milenio antes de nuestra era (a. n. e.) en el horizonte cultural del Bronce Final y I Edad del Hierro también denominado Periodo Orientalizante.